domingo, 10 de marzo de 2013

3. Una guerra fría se juega en Siria

"Los que hacen imposible una revolución pacífica, harán inevitable una revolución violenta”. La Historia, empeñada como es en repetir sus errores, hace nuevamente actual esta máxima del malogrado presidente estadounidense J. F. Kennedy en los sucesos que atraviesa Siria desde hace dos años y, especialmente en los más de 70.000 fallecidos por la guerra y el millón largo de sus refugiados

 En un mundo que JFK ya descubrió como globalizado, el conflicto ya no se queda de ‘fronteras para dentro’. Desfasado el concepto de ‘injerencia interna’ que tanto se estudia en Relaciones Internacionales –seamos claros, hace tiempo que los conflictos dejaron de afectar sólo a un territorio y es raro que se superen (o perduren) sin influencia externa-, en la enquistada guerra civil siria nos encontramos otras luchas de poder que decidirán en buena medida el futuro del polvorín tanto sirio como de todo Oriente Medio. 

 ¿Y quiénes más se enfrentan en el pulso sirio? Arabia Saudí y Qatar vs. Irán y Líbano; Estados Unidos vs. Rusia y China... Los emparejamientos son múltiples, remuevan la mezcla y seguirán acertando. Y a ello, sumen Irak, Israel, Jordania, La Unión Europea, Líbano... Intentaremos, y perdonen si algo se nos queda en el tintero, explicar a continuación los principales motivos que han llevado a todos estos actores a formar parte del colapso sirio. 

 Países vecinos 

Vamos a empezar deshojando las ‘capas’ más cercanas al conflicto. Varios de los países árabes que comparten frontera con Siria se caracterizan por una estabilidad interna que pende de un hilo (Irak y Líbano), o que están esquivando la ola de ‘primaveras árabes’ a duras penas (caso de Jordania), situaciones todas ellas que no mejoran con un conflicto al otro lado de la frontera. 

En el sentido de las agujas del reloj (y dejando Turquía para el siguiente apartado), la delicada situación de Irak se refleja en su abstención el pasado 12 de noviembre de 2011 para suspender a Siria de la Liga Árabe, así como en su negativa a la intervención extranjera o a las sanciones al régimen de Assad. Irak, que sigue sin levantar cabeza desde la invasión estadounidense es, según la lista 2012 de Estados fallidos, el noveno país más inestable del mundo. Entre otros problemas, se encuentra sumergida en una lucha entre las comunidades suní y chií y, entre estos últimos, cabe destacar la figura de Muqtada al-Sadr, influyente clérigo chií iraquí muy amigo del régimen de Teherán, es el líder de facto de la ciudad de Sadr, en Bagdad, y ha apoyado explícitamente a Assad. 

Por su parte, Jordania fue uno de los primeros países en recibir a civiles sirios que huían de la guerra, siendo el primer país donde la ONU abrió un campamento de refugiados: Zaatari. Se calcula que en este país hay cerca de 500.0000 refugiados, por lo que se está ultimando un nuevo campo que mejore las condiciones de falta de electricidad, agua corriente y otros servicios que han provocado diferentes incidentes. 

Además, el rey Abdulá, quizá para desviar también la atención a las propias protestas que no terminan de cuajar en una 'primavera', abandonó su normal posición de perfil bajo para desmarcarse en una entrevista de la BBC pidiendo la marcha de Assad, siendo el primer líder árabe en hacerlo. 

En cuanto a Israel, baluarte estadounidense en la zona, es uno de los más preocupados por la situación. Aunque la caída del régimen sirio sería un duro golpe para uno de los mayores enemigos israelíes en al zona, Irán, preocupa una hipotética llegada de un gobierno de corte islamista en Siria. Aunque parece que las relaciones nunca han sido estrechas, Netanyahu es consciente de que Assad representa un ‘mal menor’, pues su desaparición podría alterar el statu quo y la estabilidad de la región. Además, si atendemos a algunas de las últimas noticias, la relación entre ambos países sería mejor de lo esperado. Terminamos este apartado con una pieza clave y futuro epicentro de tensiones en la zona: Líbano

En conflicto sirio se está traduciendo directamente en enfrentamientos sectarios en Líbano, tanto que las posturas por y antiDamasco configuran las líneas de actuación de gobierno y oposición, con los sunís del exprimer ministro Saad Hariri situados a favor de las revueltas y Hizbulá, milicia chií con evidentes lazos con Damasco, como defensora de Assad. 

Lo que se juega Hizbulá en esta guerra es quedarse literalmente aislado del ‘arcoiris’ chií de la región, que le conecta directamente con el todopoderoso Irán, baluarte de la milicia armada. De ahí, la llegada de armas, demás apoyo logístico y otros actos desde este país al gobierno sirio con el pretexto de supuestos apoyos de grupos salafíes libaneses y otros grupos extremistas. 

Potencias regionales 

Ampliamos un poco más el mapa y nos encontramos con el núcleo duro de potencias regionales. 

El primer ministro turco Tayyip Erdogan cultivó durante años una relación amigable con Siria, con la que tenía intereses comunes (los kurdos) y fueres vínculos económicos, pero todo terminó en septiembre de 2011 cuando se desmarcaron del régimen de Assad. 

Ahora Turquía se ha convertido en uno de los grandes enemigos de Asad –ha acogido reuniones del opositor Consejo Nacional Sirio, por ejemplo, por no hablar de los movimientos militares en la frontera-, cuya salida ha pedido de forma explícita. Erdogan tiene ante sí la oportunidad de ampliar su influencia regional y extender su modelo político, algo que evidentemente va en contra de los intereses iranios. Entre sus acciones más destacadas, ha impuesto sanciones económicas especialmente dolorosas, ya que es el principal socio económico de Damasco. 

Pero, además, la posición turca ha abierto un nuevo frente contra otra de las grandes potencias regionales, Irán. El juego es claro. Los intereses comunes entre Damasco y Teherán suponen que los iraníes aboguen por el mantenimiento del status quo en Siria con Assad al frente, necesario para ese arcoiris chií que llegue hasta Hizbulá, lo contrario de lo que busca Ankara. Y así, como explica Elena María Labrado Calera toma posición el eje suní frente al chií. 

Irán mantiene sólidos lazos económicos, políticos, religiosos y militares con Siria, además de compartir diversos enemigos. Ahmadineyad, que había apoyado las primaveras árabes que le habían quitado de encima líderes incómodos como Mubarak, ve que ahora una de ellas puede jugar en contra de sus intereses, lo que está llevándole a poner toda la carne en el asador haciendo llegar armas a Siria de forma directa, a través del puerto de Latakia, en la costa mediterránea siria. De todas formas, informaciones apuntan a encuentros entre representantes iraníes y grupos ‘moderados’ de la oposición siria, un movimiento que se puede analizar como una forma de no perder influencia en una previsible Siria postAssad frente a los turcos y a otra gran potencia, Arabia Saudí

Los saudíes han reprimido las protestas cuando han afectado a sus socios, como puede ser el caso de Bahrein o las tímidas protestas dentro de su inmenso territorio, pero ha apoyado la caída de antiguos enemigos como Gadafi. 

En el caso de Siria, esta monarquía ha tenido tradicionalmente una relación fría con el régimen sirio, fundamentalmente por sus lazos con su principal enemigo regional, la chií Irán; son embargo, ahora se le presenta una oportunidad de oro para ensalzar el papel suní (mayoritario en Siria) agrupado en su línea y en la de sus países satélites, Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Qatar y Kuwait. 

Precisamente, los saudíes han sido uno de los impulsores de las medidas contra Siria tomadas por la Liga Árabe. Además de las dudas sanciones económicas, el 12 de noviembre de 2011, 19 de los 22 miembros votaron a favor de la suspensión de Siria de la organización, hecho importante por ser una decisión sin precedentes y porque, ahora, se ha invitado a la Coalición Nacional de Fuerzas Opositoras y de la Revolución Siria (CNFORS) para que ocupe el puesto dejado por Assad, lo que deja a las claras la postura de dar un papel internacional a la oposición ante el régimen. 

Terceras potencias 

Rusia y China, dos de los cincos miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, han sido fundamentales para evitar una actuación de este organismo en el conflicto sirio. El Kremlin protege a su último aliado sólido en el mundo árabe. Moscú y Damasco son socios desde la Guerra Fría, tienen acuerdos comerciales que incluyen venta de armas. Pero sobre todo, Moscú tiene una base naval en Tartus que le da su única presencia permanente en el Mediterráneo. Sin embargo, como plantea Labrado Calera, “esta base ya no es tan estratégica para Moscú como lo fue en otros tiempos. De este modo, la actuación rusa respecto a Siria tiene mucho que ver con su propio concepto de potencia global, sobre todo, después de que los aliados intervinieran militarmente en Libia, sobrepasando a Moscú”. 

La intransigencia del presidente Vladimir Putin se puede explicar como forma de poner freno a la intervención occidental en la región. Hace un año, en Libia, los bombarderos de la OTAN fueron determinantes para acabar con Muhamar Gadafi. La operación militar se basó en el decreto 1973 de la ONU, que los rusos y los chinos se abstuvieron de votar. Putin calificó el ataque de "nueva cruzada medieval" y en el aire quedó el sentimiento de que Occidente les forzó la mano y que eso no se puede repetir. Además, y como en todo conflicto, también pesan las relaciones económicas, ya que el 7% de las exportaciones de armas rusas van a parar a Siria. 

En el caso de China, es el mayor exportados de productos a Siria y un cambio de gobierno podría poner en peligro los privilegios económicos, así como el tema de concesiones de gas y petróleo. 

Por su parte, EEUU ha intentado no volver a presentarse como ‘fuerza invasora’ tras los casos de Afganistán e Irak, que no han ayudado a mejorar su imagen en la zona. Así, la ex Secretaria de Estado, Hillary Clinton ya tiró de las orejas a Assad echándole en cara “las violaciones sistemáticas” de los procesos de paz, los muertos, heridos y desplazados y se sabe que la potencia está a favor de armar y entrenar a los opositores –recordemos las palabras de John Kerry: “Se debe garantizar la llegada de armas a los moderados de la oposición siria”-. Pero a pesar de todo ello, Obama intenta mantener un perfil bajo en el conflicto. Eso sí, las intenciones a favor de la oposición parecen clara para dar una estocada a la influencia tanto de Irán como de Hizbulá. 

Por último, nos queda por ver el papel de la Unión Europea. Como de unión tiene poco y Catherine Ashton no ha mejorado su papel al frente de la diplomacia continental, lo máximo que se ha conseguido es una serie de sanciones económicas que, como pasa en muchas ocasiones, suelen ser más graves para la población que para el tirano. Conscientes de ello, también han congelado los activos de Assad y le han prohibido viajar a territorio comunitario.

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